13 feb 2011

DERECHA E IZQUIERDA

Creemos conveniente dilucidar, teniendo en cuenta las aspiraciones de muchos católicos completamente opuestas a las de otros, tan católicos como los primeros, en cuanto a ideales secundarios que no contradicen el ideal primordial de mantener íntegra la doctrina de Cristo conservada por su Santa Iglesia.

Algunos, o tal vez muchos católicos, llevan a la exageración su amor a ideales de segundo orden, hasta el punto de dejarse conducir por aquel amor a una especie de enervamiento del principal ideal, puesto que prescinden de éste para obtener la conservación del secundario, y llegan a combatir con saña y procuran destruir las instituciones y los organismos que defienden exclusivamente el ideal primordial, prescindiendo de los secundarios. Y en cambio, se adhieren a los que defienden ideales iguales, en cuanto a los de segundo orden, y que son enemigos declarados del ideal supremo del católico.

No es esto de extrañar, porque es la condición humana. Si las pasiones no llegaran a dominar al individuo, todos tendríamos el juicio recto que guiaría nuestros actos y con serenidad obraríamos más justa y rectamente, no dejándonos avasallar por impresiones y por teorías que no tienen derecho a apartarnos del ideal primordial. Esto da lugar a que, en algunas ocasiones, no pueda determinarse claramente lo que es derecha y lo que es izquierda, dentro de algunos sectores de la ciudadanía.

Desde que en el orden político y hasta en el social se hizo esta división en derechas e izquierdas, ha ido discutiéndose quienes pertenecían a las primeras y quienes a las segundas, y algunos, que bien comprendidos estarían en las segundas, han querido que se les colocase entre las primeras en esta clasificación.

Esta clasificación es realmente relativa, porque uno es izquierdista en relación a otro que está a su derecha. Pero lo cierto es que, como si hubiesen tomado ejemplo del Evangelio, los que inventaron tal clasificación colocan a la derecha a los que, como el buen ladrón, reconocen la divinidad de Jesucristo, y a la izquierda a los que, como el mal ladrón, le blasfeman y de Él se mofan; a la derecha a los que adoran al Juez Supremo como le adorarán y darán gracias los justos en el día del juicio final, y a la izquierda a los que le maldicen como los réprobos le maldecirán.

Esto indica que la verdadera base de esta clasificación es la idea religiosa. Es derecha el que defiende íntegramente la doctrina de la Iglesia, es izquierda el que la combate. Es derecha el que por encima de todo coloca su ideal religioso, es izquierda el que combate este ideal.

Partiendo de este punto de vista, hemos de reconocer que a medida que un individuo o una colectividad va concediendo menos importancia al ideal religioso, va desviándose hacia la izquierda, por más que sea amante del orden, de la conservación de las instituciones vigentes y buen gestor.

Pero hay que tener en cuenta que el ideal principal no admite nunca que se le coloque en lugar secundario y por tanto, quien tal hace, quien por sostener o defender una forma de gobierno o determinado régimen, prescinde de los intereses religiosos del país y aún los pospone, apoyando a un partido político que en su programa combate los intereses de la Religión, por más que quiera pertenecer a la derecha, se encuentra dentro de la izquierda y no puede en justicia merecer la confianza de los que realmente forman la derecha.

Este es nuestro sincero criterio y sentimos que algunos católicos se dejen seducir por la atracción de los que teniendo por fin principal el contrario del que defendemos los católicos, saben engañar a éstos para que pospongan el suyo principal a los secundarios de todos, sin que ellos, los enemigos de la Religión, pospongan el suyo principal a los secundarios de todos, porque para ellos, sí que es éste el fin principal, el de combatir los dogmas, las enseñanzas y la moral de la Iglesia.

Y con esto llegan algunos a empaparse de doctrinas contrarias a las dictadas por los Sumos Pontífices y a combatir las de éstos, por considerarlas inferiores a las otras, queriendo, no obstante, que nadie dude de su fervor católico.